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RELACIONES AFECTIVAS CON BEBÉS CIEGOS


     Según la organización mundial de la salud, En el mundo hay alrededor de 285 millones de personas con discapacidad visual, de las cuales 39 millones son ciegas y 246 tienen baja visión irreversible. Además, se estima que 1,4 millones de menores de quince años presentan ceguera irreversible y necesitan intervención de rehabilitación para su pleno desarrollo psicosocial. (OMS, 2014). Por lo anterior, es necesario desde la disciplina psicológica, desarrollar protocolos de intervención que contribuyan no solo a la adquisición de destrezas y habilidades relacionadas con la autonomía, la educación y la interacción social, sino también con los ámbitos afectivo y emocional, sin los cuales las destrezas anteriormente mencionadas no podrán desarrollarse en su totalidad.

     Haciendo un acercamiento al proceso de vinculación afectiva en ausencia de la visión, autores sostienen que a la madre del bebé ciego le resulta difícil interactuar con él, no solo por las limitadas expectativas ante el desarrollo de su hijo y el trauma afectivo generado por su nacimiento, sino también por la sensación de no ser reconocida por el bebé, al estar ausente el contacto visual y las expresiones faciales propias del niño vidente. El bebé ciego tiene su propia forma de comunicarse, y en ocasiones la madre no sabe interpretar dicho código de comunicación. El niño ciego es menos capaz de incitar una respuesta materna pues al no proporcionar de forma clara pautas de inicio, suelen verse frustradas las experiencias de diálogo entre ambos, generando un aislamiento progresivo y la aparición de estereotipias (Núñez Blanco, 1999).

     El siguiente cuadro comparativo, muestra las señales comunicativas propias de niños ciegos y videntes, y su posible interpretación. (Núñez Blanco, 1999).

 

Señales comunicativas.
Niño vidente.
Niño ciego.
Movimientos de la cabeza.
Indican desinterés o finalización.
Postura adaptativa para escuchar mejor; indica alerta, interés o concentración en una sensación táctil.
Expresiones faciales.
Incrementan en cantidad e intensidad.
Se presentan expresiones leves de emociones básicas, y tienden a disminuir.
Sonrisa.
Adquiere selectividad de los dos a los seis meses.
Adquiere selectividad de los seis a ocho meses. No aparece para iniciar la interacción, sino en respuesta al contacto con el adulto.
Reacciones ante extraños.
Reconocimiento visual (entre los 7 a los 15 meses).
Reconocimiento táctil (entre los 7 a los 15 meses).
Concepto de madre como objeto emocional.
5 meses.
Último trimestre del primer año.

 

     La intervención psicológica debe llevarse a cabo desde el momento del diagnóstico, pues cuando en una familia nace un niño ciego todas las fantasías e ilusiones que se habían experimentado a lo largo del periodo de gestación se vienen abajo; cuando el médico les dice que la persona que acaba de nacer posee un diagnóstico de ceguera o baja visión, todos los deseos desaparecen, con un niño con discapacidad no se habían construido historias, ese no es el niño que esperaban. (Calvo Novell, 2003).

     Dicha intervención debe enfocarse hacia dos objetivos fundamentales: el manejo del duelo ante la pérdida del bebé deseado, y la adaptación y ajuste a la situación de discapacidad del bebé real. Para ello, es importante generar espacios que propicien la expresión emocional de los padres y demás integrantes de la familia, y darles a conocer mediante técnicas de psicoeducación, las particularidades propias del desarrollo de su hijo, su papel como mediadores en la interacción del niño con el entorno, las ayudas técnicas y tecnológicas disponibles y demás aspectos relacionados con los procesos de rehabilitación e inclusión, con el fin de ajustar las expectativas de los padres y prevenir reacciones de rechazo hacia el bebé ciego. (Núñez Blanco, 1999. Calvo Novell, 2003).

     Investigaciones recientes confirman lo expuesto por los autores de la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE), en los párrafos anteriores, respecto a la reacción de los padres ante el diagnóstico de discapacidad, y a las dificultades para la formación del vínculo que surgen como consecuencia del impacto emocional que el diagnóstico genera, y por la interpretación inadecuada de las señales comunicativas del niño con discapacidad visual.

     Existe una estrecha relación entre el desarrollo psicomotor y la formación del vínculo, como afirma Limiñana Gras (2004). El dolor y el sufrimiento ante la comunicación del diagnóstico interfieren en la formación adecuada del vínculo. Los padres deben resolver la discrepancia entre la imagen idealizada del niño y el niño real, y a partir de ahí, reconocer su autonomía y ayudarle a diferenciarse mediante la actividad motriz autónoma.

     Otros investigadores en Galicia (España), realizaron un estudio sobre reacciones parentales ante el diagnóstico de discapacidad visual en el que participaron 56 familias. Los resultados obtenidos indican la presencia de emociones y sentimientos negativos como tristeza y culpa, observándose cambios en la relación de pareja, aunque noen la formación del vínculo padre-hijo. (Mayo Pais, Taboada Ares, Real Deus, Iglesias Souto, & Dosil Maceira, 2009).

     En contraposición a estos resultados, Pérez Picerno (2014), quien realizó una investigación con ocho madres de niños con discapacidad visual, plantea la hipótesis de que la discapacidad del niño y sus limitaciones, fomentan en la madre una herida narcisista articulada con su deseo, y a menudo generan sentimientos de culpa o reacciones de rechazo y sobreprotección del niño.


REFERENCIAS.

 

1.                             Calvo Novell, C., (2003). Intervención psicológica para el ajuste a la deficiencia visual en la infancia y la adolescencia. Primera parte. En Benito, J. C., Veiga, P. D., & González, R. P. (Ed). Psicología y ceguera. Madrid: Once. Tomado de http://www.once.es/serviciosSociales/index.cfm?navega=detalle&idobjeto=3&idtipo=1

2.                             Limiñana Gras, R. M. (2004). Discapacidad e intervención psicomotriz en la atención temprana: Vínculo, diferenciación y autonomía. Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy, (22), 101-106. Tomado de http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1668-81042004000100008

3.                             Mayo Pais, M. E., Taboada Ares, E. M., Real Deus, J. E., Iglesias Souto, P. M., & Dosil Maceira, A. (2009). Reacciones parentales ante el diagnóstico de discapacidad visual: sentimientos y emociones, vínculo parental y relaciones de pareja. Revista de Psicología General y Aplicada, 62(4), 349-358. Tomado de http://europa.sim.ucm.es/compludoc/AA?articuloId=789140

4.                             Núñez, M.A. (1999). El desarrollo psicológico del niño ciego. Aspectos diferenciales. En Checa Benito, F. J., Marcos Robles, M., Martín Andrade, P., Núñez Blanco, M. A., & Vallés Arándiga, A. (Ed). Aspectos evolutivos y educativos de la deficiencia visual. Tomado de http://www.once.es/serviciosSociales/index.cfm?navega=detalle&idobjeto=92&idtipo=1

5.                             Organización mundial de la Salud, (2014). Ceguera y discapacidad visual. Tomado de http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs282/es/

6.                             Pérez Picerno, J. A. (2014). La madre frente a su hijo con discapacidad visual: dificultades en la construcción del vínculo maternal durante el primer año de vida. Investigación en el Instituto? Mariana de Jesús? con ocho madres de niños con discapacidad visual entre febrero y marzo del 20146 (Doctoral dissertation, Quito/PUCE/2014). Tomado de http://repositorio.puce.edu.ec/handle/22000/7995

 

 

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