En la
actualidad, Colombia tiene un creciente número de leyes en favor de la
inclusión de las personas con discapacidad en todas las esferas del desarrollo.
La más importante, es la ley 1618 de 2013, la cual garantiza el pleno ejercicio
de los derechos de las personas con discapacidad. Pero ¿Qué sucede en el ámbito
educativo al momento de cumplir con la normatividad en favor de esta población?
Desde hace
ya varios años, las instituciones educativas comenzaron a aceptar a los
estudiantes con algún tipo de discapacidad, algunos para asumir el reto de
educarlos y formarlos como a cualquier estudiante, y otros porque les tocó,
porque el estado los obliga. Sin importarlos motivos, cuando los estudiantes
con discapacidad llegaron al aula surgió un problema: los docentes se empezaron
a sentir incapaces de hacer que aprendieran, afirmando que durante su formación
no les enseñaron a trabajar con este grupo de personas. Es así como,
respondiendo a esta necesidad, las instituciones comenzaron a solicitar
profesionales especializados en necesidades educativas especiales.
¿Y el
apoyo llegó? Sí, pero a mi juicio no ha sido lo que se esperaba. Los
profesionales están presente en los colegios por cortos periodos de tiempo; los
docentes creen que estos profesionales vienen a reemplazarlos en su labor con
las personas con discapacidad; en ocasiones, desde los directivos se observan
actitudes y creencias que obstaculizan el proceso y, lo más preocupante: los
estudiantes no reciben una educación con calidad porque la solución de los
colegios es promoverlos, porque confunden la flexibilización curricular con el
fomento a la mediocridad, porque algunos docentes no tienen voluntad ni
creatividad y porque generalmente las familias no son agentes de apoyo.
Y ¿Cómo
ha respondido el estado? Para el estado, la educación inclusiva es cuestión de
cifras y estadísticas ¡Y las cifras van muy bien! Los operadores presentan sus
informes a las secretarías de educación distritales, municipales o
departamentales, mostrando, a través de variables medibles y cuantificables,
los resultados de la ejecución de sus proyectos; pero estos resultados no se
mantienen en el tiempo porque, como ya se mencionó, los proyectos se ejecutan
en periodos cortos, los estudiantes permanecen mucho tiempo sin profesionales
de apoyo y los docentes aún se
resisten a trabajar con ellos.
Sé que
no es fácil, pero es necesario que los estudiantes con discapacidad empiecen a
ser vistos como personas ante las administraciones, no solo como cifras; es
importante que los docentes se formen en necesidades educativas desde la
licenciatura; Es importante que los padres se involucren en la educación de sus
hijos, que los motiven y les ayuden a aprender; y finalmente, es importante
que, como sociedad, se modifiquen todos los paradigmas y creencias que existen
sobre la discapacidad, que se impulse el desarrollo de las potencialidades de
cada persona sin importar sus características diferenciales; a fin de cuentas,
todos somos diferentes en menor o mayor medida.
Esta es
una opinión personal que, como tal, está marcada por la subjetividad.
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