¡Hola otra vez! Por aquí
estamos de vuelta.
¿Alguna vez les ha pasado
que, ante una situación que se sale de su control o no logran evitar, comienzan
a tener palpitaciones fuertes y rápidas, respiran medio ahogados, se sienten
frustrados y hasta se les salen las lágrimas? Sí, también nos pasa a otros y
cada vez con más frecuencia, teniendo en cuenta el ritmo de vida tan frenético
que llevamos y la sobrecarga de responsabilidades. Y entonces ¡todos estamos
locos! No, esto no implica que estemos locos; esto se conoce como crisis de
ansiedad y no es una patología; sin embargo, cuando su frecuencia y duración
aumentan significativamente, alterando la calidad de vida, entonces sí
podríamos hablar de un trastorno de ansiedad y es fundamental buscar ayuda
profesional de un psicólogo o psiquiatra, según sean las particularidades de
cada caso.
El nerviosismo o la
ansiedad no son malos; son respuestas de defensa de nuestro cuerpo ante situaciones
de peligro; por ejemplo: si nos damos cuenta de que nos van a robar nuestras
pertenencias en la calle, es completamente normal y adaptativo respirar rápido,
tener palpitaciones y estar alerta, pues se activa nuestra respuesta de huida;
necesitamos toda nuestra energía concentrada en apartarnos del peligro y conservar
nuestros órganos vitales, por lo que respiramos más rápido y nuestro corazón
late más fuerte, para poder correr; estamos alerta y con los sentidos
agudizados por si aparece más peligro desde otra dirección; la sangre y el
oxígeno se concentran en los órganos vitales… y cuando el peligro real pasa,
normalmente nos angustiamos y lloramos por lo que acabamos de vivir. El tema es
que a veces estas respuestas se activan ante situaciones que no representan
peligro alguno, como no encontrar los zapatos que nos vamos a poner justo
estando cortos de tiempo, o hacer una exposición ante nuestros compañeros; es
en estas situaciones (que no representan peligro alguno) en las que hablamos de
crisis de ansiedad. Y bien, ya sabemos algo sobre las crisis, pero ¿Qué podemos
hacer para prevenirlas o controlarlas?
Aquí te dejo unos pasos
sencillos que, con práctica, te van a ayudar a manejar tus crisis de ansiedad,
mejorando tu calidad de vida y tu relación con los que te rodean:
1.
Retrospectiva: recuerda al
menos las últimas cinco veces en las que tuviste una crisis de ansiedad e
identifica qué situación generó cada una.
2.
Escucha a tu cuerpo: si ya
tienes claro cuáles son las situaciones que te generan ansiedad con mayor
frecuencia, te será fácil identificar cuando venga una crisis; si respiras
rápido, te sientes impotente, tienes palpitaciones y estás a punto de reventar
en yanto, ya sabes que estás a punto de tener una crisis de ansiedad.
3.
Respiración consciente:
Haz una pequeña pausa y respira durante al menos 3 minutos; no tienes que ser
un experto meditando, basta que respires lo más profundo y pausado que puedas,
esto oxigenará tu cerebro y te ayudará a minimizar todos los síntomas.
4.
Piensa o deja fluir: busca
alternativas para resolver aquella situación que te generó la crisis; si no se
puede resolver, deja que escape de tu control y que simplemente pase.
5.
Mente en el presente:
mantén tu pensamiento aquí y ahora, de manera que ideas sobre las consecuencias
o sucesos futuros relacionados con aquello que desencadenó la crisis no perturben
tu tranquilidad; lo que sea que ocurra, de alguna manera podrá solucionarse.
Estas son recomendaciones
muy sencillas que cualquiera puede poner en práctica, sin necesidad de alguna
formación o entrenamiento especializado; pese a esto, son bastante efectivas
para controlar y reducir las crisis de ansiedad.
Si tienes varias crisis en
la semana o incluso en el día, te invito a buscar acompañamiento profesional,
con gusto puedo ayudarte. ¡Escríbeme!
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¡Gracias por leerme y espera más contenido creado con amor para ti!
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