Apreciados
lectores, hoy es un día especial; no tanto por las flores y el romanticismo que
ha inundado esta fiesta de homenaje hacia nosotras, las mujeres, sino por el
significado real de esta conmemoración y por las luchas actuales que aún se
viven, especialmente en cuanto a la reivindicación de los derechos de las
mujeres y niñas con discapacidad y sus cuidadoras.
El
contexto de esta conmemoración nada tiene que ver con flores y regalos ¡no! El
contexto de esta conmemoración (porque no hay nada que celebrar), está marcado
por el dolor y la muerte de unas mujeres que lo único que querían era trabajar
para obtener su sustento; sí, tal vez a las nuevas generaciones les parezca obvio
que una mujer trabaje, pero esto no siempre fue así; de hecho, en Colombia solo
hace unos 60 años se reconoció a la mujer como sujeto de derechos; y eso se
logró gracias a todas las que han luchado por vivir en una sociedad más
equitativa y justa.
Pero la
lucha no ha terminado y la meta de una sociedad equitativa, incluyente y justa parece
estar todavía muy lejos; pues si bien hoy se cuenta con derechos y algunas
garantías, esto no aplica para todas las mujeres. A los colectivos feministas
parece que se les olvidó, o no les interesa, que existen mujeres y niñas con
discapacidad, cuyos derechos son vulnerados sistemáticamente, ya sea por
cuestiones de desconocimiento, demitos sobre la discapacidad o de prácticas
culturalmente aceptadas. Existen niñas y mujeres con discapacidad que no pueden
acceder a la educación, porque la segregación de un sistema pensado para la
mayoría no se los permite; existen mujeres con discapacidad que no pueden gozar
de sus derechos sexuales y reproductivos, por cuestiones de prejuicios por
parte de su familia, o por la realización procedimientos médicos de los que
nadie les habló ni les pidió su opinión; existen mujeres con discapacidad que
aún no pueden acceder a un trabajo digno, porque a algunos se les ocurrió creer
que por el simple hecho de ser mujeres y de convivir con una discapacidad, sus
capacidades están disminuidas; existen mujeres con discapacidad que son juzgadas
y señaladas por el hecho de querer asumir el reto de la maternidad, pues se
entiende esta decisión como un monumento a la irresponsabilidad y a la falta de
conciencia; y así podría seguir citando un sinnúmero de situaciones que ocurren
a diario… pero lamentablemente parece que estos hechos son ignorados o
invisibles por algunos colectivos que luchan por los derechos de las mujeres,
porque de alguna manera esos colectivos también excluyen, pues consideran que
las personas con discapacidad, que las mujeres con discapacidad, no deberíamos
haber nacido, pues nuestro nacimiento atentó contra la integridad y la
autonomía de las madres que decidieron darnos la oportunidad de vivir… lo cual no
sé si sea cierto o falso, ya cada madre juzgará en su contexto.
Ellas,
las madres de los niños con discapacidad, las que aprendieron a tumbar las
puertas a patadas cuando se las cerraron en la cara, ellas también merecen hoy
un reconocimiento; porque han tenido que luchar de manera ininterrumpida e
incansable por sus hijos, para que estos accedan a sus derechos de manera equitativa,
sin discriminación por motivos de discapacidad; lo cual tristemente parece ser
la regla y no la excepción, pues todavía se piensa el mundo en razón de la
mayoría, no de todos.
Por
último, reconocemos la labor de las mujeres con discapacidad, quienes, sea
mediante el activismo social, mediante su trabajo diario o a través de su
cotidianidad dentro de la comunidad, promueven la inclusión de las niñas y
mujeres con discapacidad en todos los espacios de la sociedad. Queremos hacer visibles
a las madres, las estudiantes, las empleadas domésticas, las vendedoras
informales, las ejecutivas, las educadoras, las activistas, las amas de casa,
las investigadoras… en fin; visibilizar a todas las niñas y mujeres con
discapacidad que desde su cotidianidad luchan por una sociedad más equitativa e
incluyente, en la que todos tengamos un lugar.
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